En la medida que el paso ineludible del tiempo transcurre indetenible, de igual manera, en una relación directamente proporcional, nos damos cuenta de manera fáctica e inequívoca de lo excepcional que resultó ser el Profesor Juan Bosch, en su vida pública, privada, como amigo y como político; pero, en una de las variables que realmente demostró hasta la saciedad que no se doblegaba bajo ninguna premisa, fue en sus concepciones morales, de su compromiso con su pueblo y de la responsabilidad que entrañaba para el Presidente de la República ser el garante de la Constitución, de las leyes y defensor del erario público por encima de quien sea y a cualquier costo.
Juan Bosch, se constituye como el elemento de dimensiones inconmensurables, de los seres humanos que nacen quizás cada milenio, de características probas excepcionales, que siempre puso el interés general por encima del particular y que durante su vida siempre lo practicó con el ejemplo, no apartándose nunca del significado que entraña la dignidad, el decoro y el patriotismo. Apodícticamente su figura emerge gigantescamente como un paladín de los mejores intereses de la Patria.
Con ejemplos puso de manifiesto parte de lo que acabamos de decir en los párrafos anteriores; nunca claudicó en sus principios de querer hacer de la nación dominicana una patria grande, enmarcando la educación bajo las directrices de Eugenio María de Hostos, para alcanzar una conciencia ciudadana de alta calidad; Durante su mandato presidencial mantuvo la palabra que nunca perecerían las libertades públicas y trató de concretizar el hecho de hacer un país donde viva la concordia, la paz, donde las gentes se sientan orgullosas de vivir en él y donde la democracia política y económica no sea solamente una utopía. Esto fue siempre el sueño de Bosch.
Nunca se doblegó para actuar en la dirección que transita hacia lo correcto para tomar una decisión y las que nunca puso en ejecución sin previamente hacer investigaciones, consultas y medir las consecuencias.
Juan Bosch sí respetó el Estado de Derechos y se ciñó estrictamente a las directrices que emanan de la Constitución, estableciendo, entre otras cosas de manera tajante, que los militares no están para deliberar y cuando deliberan dejan de ser militares y se convierten en políticos y donde los militares deliberan no hay democracia. (caso donde militares invitan a Bosch previo al golpe a tratar asuntos políticos en la Base Aérea de San Isidro).
Como sus palabras y hechos lo testimonian, la ley significó para él el eje central en la cual se sustenta el pilar del Estado de Derechos y la base sustancial de la Democracia; de que ésta protege a todos los ciudadanos y que también ella le cae encima a todo aquel que la viole y si algún funcionario hace algo inmoral a espaldas del Presidente, éste se entera porque el Presidente es el hombre mejor informado en la República y le hace caer todo el peso de la ley encima, porque la ley no conoce a nadie y el Presidente envía a la justicia hasta al más íntimo de sus amigos y al más cercano de sus colaboradores cuando estos transgreden la ley, para poder preservar la democracia, consagrando con estas acciones su dignidad y su honor; que le podían derrocar; pero, que a su salida de la Presidencia tendrían que reconocer su seriedad y honestidad, como bien se ha reconocido de forma irrefutable y como mismo dan cuenta los informes de la CIA y el Departamento de Estado Norteamericano en este aspecto de la vida del Presidente Bosch. (Casos de Virgilio Gell, Director de la Oficina de Seguridad del Presidente y del Encargado del Télex en el Palacio Nacional, quien manejaba los precios del azúcar).
Juan Bosch enseñó con hechos y no con palabras vacías que ‘‘además de la sangre que mantiene vivo a los seres humanos, circula sin cesar un torrente de amor que nos ordena Servir al Partido para Servir al Pueblo, no para servirnos nosotros del Pueblo’’.
Hay que recordar que Juan Bosch cuando renunció a las funciones ejecutivas de Presidente del Partido, no renunció nunca ‘‘a sus convicciones revolucionarias de luchar hasta el momento de su muerte por concretizar la obra iniciada el 27 de febrero de 1844 y de quienes habían ofrendado sus vidas, la tranquilidad de sus familias y sus bienes para construir una patria más digna y donde la pobreza, la falta de salud y la ignorancia no constituyan el común denominador de la familia dominicana’’ y Bosch quería que eso se mantuviera aún después de su desaparición física.
Recomiendo a los amigos lectores obtener el documental de René Fortunato ‘‘Juan Bosch Presidente en la Frontera Imperial’’ para que hagan sus razonamientos y concluyan comprobando que Don Juan fue un hombre único en la historia y consagrado a las luchas por darle al Pueblo Dominicano un país de verdadera democracia participativa. La historia está ahí y los hechos constituyen el motor que la hace fehaciente.
Por: Lic. Jorge Abreu Eusebio.
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