lunes, 12 de septiembre de 2016

TERROR PREVENTIVO Y SELECTIVO

Desde los mismos inicios del régimen de Trujillo, tanto la Policía como el Ejército Nacional tenían la prerrogativa de decidir sobre la vida o la muerte de los prisioneros, y presuntos infractores de las leyes. La frecuencia con que se disparaba sobre personas que, como se informaba, resistían los arrestos o intentaban la fuga, y el no reportarse heridos en estos sucesos, hace pensar que se trataba de asesinatos a sangre fría, contando para ello con una total impunidad.


Trujillo desplegó una intensa represión, en el verano de 1930, contra sus opositores de la Alianza Nacional Progresista, escenificándose diversas provocaciones y actos violentos, que propiciaron un clima de miedo y retraimiento, lo que le garantizó su «victoria electoral», y posteriormente, la toma de posesión. Todas las tropas se usaron para favorecer la derrota de sus contrincantes, imponiendo por la fuerza su dominio.



Desde antes de asumir el poder total, siendo Jefe del Ejército Nacional, el General Trujillo ya se destacaba por perseguir, implacablemente, toda manifestación crítica hacia su persona, o sus actos.


Inmediatamente después de destituido el Presidente Horacio Vázquez, el régimen procedió a la requisa de todas las armas en poder de la población, para evitar brotes de resistencia. Desde el día 15 de marzo de 1930, siendo todavía Trujillo Jefe del Ejército Nacional, se indicó a los mandos militares intensificar la persecución de infractores, y requisar las armas, con las que se fue dotando a los efectivos de la Policía Municipal. Poco a poco, el control fue extendiéndose hasta vigilar a las personas que compraban artículos de cacería. En julio de 1937, el control era tal, que pá- jaros, gallinas de guinea y puercos cimarrones constituían un peligro para las cosechas.


 Desde que tomó el poder, Trujillo decretó una despiadada represión contra sus opositores, especialmente contra periodistas, emisoras de radio, y periódicos. El clima era propicio para la denuncia y las venganzas, que llegaban hasta el asesinato selectivo. Para ello se usaban rasos vestidos de civil que cumplían así los denominados «servicios especiales».

 El sistema de cédulas personales y la Ley contra la Vagancia fueron mecanismos legales implantados por el régimen para mantener el control y el acoso selectivo y preventivo sobre la población. No solo se encarcelaba por no portar documentos, sino que su cobro aportaba entradas de dinero al Gobierno, nada despreciables.


El trujillismo se caracterizó por implantar férreos controles sobre todo el territorio nacional y la población. De esta manera, se intentaba evitar cualquier peligro proveniente del exterior, o brote de resistencia interior. Las fronteras y los viajes personales al exterior fueron objeto de vigilancia estricta, estableciéndose un complicado sistema de autorizaciones para poder entrar o salir del país.

Los domingos, las autoridades principales de cada provincia sostenían una reunión de trabajo conocida como «Reunión de autoridades», donde se coordinaba la acción represiva, administrativa, de control de la población, y de propaganda a favor del régimen.

El delirio por controlar a la población, y la paranoia en que se vivía, llevó a miembros del E. N., y la Policía a interpretar de manera excesiva y brutal la Ley de Carreteras y Tránsito, en 1938, llegándose al extremo de requisar y cobrar por los llamados «bultos de mano», que lo mismo podían ser un saco de pan, que un paquete de libros, incluso, detener y juzgar a quienes los transportaban.

A Trujillo reportaban no solo los oficiales del E. N., quienes fueron utilizados para neutralizar a sus enemigos políticos, por la fuerza, sino también legisladores, como el diputado Rojo, quien supervisaba la labor proselitista del Partido Republicano en Macorís. Desde su puesto, Trujillo movía las piezas sobre el tablero de la política nacional, tendiendo una tupida red sobre el país, que excluía cualquier intento de resistencia u oposición.

El Partido Dominicano no solo era un potente mecanismo de control y represión, sino también uno de los engranajes para fomentar el clientelismo político. La primera carta de recomendación de Paíno Pichardo, presidente de la Junta Superior Directiva, a Díaz Ordoñez, secretario de Estado de Justicia, Educación Pública y Bellas Artes, permite conocer cómo funcionaba el mecanismo de las recomendaciones y cómo se premiaba con puestos y cargos a los familiares de «eficientes y leales funcionarios de esta poderosa agrupación política.



Bajo el gobierno de Trujillo, el haber supuestamente proferido frases ofensivas al Gobierno, bajo los efectos de las bebidas alcohólicas, era causa suficiente para ser juzgado, y eventualmente condenado. El clima de represión existente, y el miedo a la labor de los informantes, hacía que hechos como este, de por sí triviales, fuese puesto de inmediato en conocimiento de la autoridades.


¿Cómo se financiaba y apoyaba una parte del programa de obras públicas del régimen?

Como toda dictadura totalitaria, la de Trujillo se caracterizó por un faraónico programa de obras públicas para modernizar el país, y de paso, aprovechar los fondos para operaciones ilegales de corrupción, que garantizaban pingües ganancias a los más altos funcionarios del régimen, y a los contratistas elegidos por Trujillo. El mérito de cada obra, en todo el país, se atribuía al genio constructivo del tirano, y se incorporaba a las razones que justificaban su mito y también su culto.


El clientelismo político y la cooptación como pilares del régimen. Los fondos del Partido Dominicano se usaban como si fuesen una alcancía particular de Trujillo. De ahí se sacaba el dinero para comprar voluntades, pasar mesadas a los incondicionales y pagar por servicios especiales prestados. La cooptación y el clientelismo político sostenían la maquinaria del sistema. Con tales fondos se pagaban las atenciones médicas y estadías hospitalarias de los leales al régimen y sus familias. Cientos de miles de personas dependían de Trujillo para vivir, brindando a cambio su incondicional apoyo al régimen.

No votar por la reelección de Trujillo, aún por motivo de viaje al exterior, podía ser mal visto. Todo ciudadano, bajo el Trujillato, estaba en la obligación de hacer constantes expresiones públicas de su adhesión incondicional al régimen, lo que implicaba votar en las «reelecciones» del régimen programadas. Un viaje al exterior, como el del Sr. Almonte, en mayo de 1947, aunque justificado, motivaba cautelas y preocupaciones, si implicaba un voto menos.

Leyes y decretos Las leyes y decretos del régimen se promulgaban con gran facilidad, siguiendo la manía de Trujillo de normar hasta el último aspecto de la vida de las personas. También se usaban para dar visos de legalidad a sus acciones. Los indultos, como el del 23 de diciembre de 1948, se concedían de manera arbitraria. El del servicio militar obligatorio, de 1948, constituyó una respuesta a su creciente alarma, tras la expedición frustrada de Cayo Confítes, contra lo cual pensó contar con un ejército numeroso y bien armado. 

Los juegos ilegales de azar: una verdadera epidemia nacional. A pesar de las persecuciones del régimen, los juegos clandestinos de azar, lejos de disminuir, aumentaron, en parte debido a la propia complicidad y tolerancia de muchas autoridades, que sacaban de ello su propio beneficio. El indulto concedido por Trujillo, en noviembre de 1944, a los detenidos por promover peleas ilegales de gallo, es una muestra de por qué este cáncer no podía ser extirpado.


Clientelismo: Donativo de alimentos, útiles del hogar y ropas. De todo desastre natural, dado el grado de miseria imperante durante la tiranía, se derivaba el recrudecimiento de las ya de por sí malas condiciones de vida del pueblo. Y en esos momento no podía faltar la «mano generosa» del dictador, donando alimentos, útiles del hogar y ropa. Estas acciones de propaganda, muy ensalzadas por la propaganda oficial, iban creando alrededor de Trujillo la aureola de un mesías.


Clientelismo: continuación de viviendas, comedores económicos y reparto de dinero . El clientelismo también se expresó en la construcción de viviendas para los necesitados, el establecimiento de comedores económicos, o en el simple reparto de dinero.


Nombramiento de empleados y funcionarios del Partido Dominicano. El centralismo del Partido Dominicano, y su dependencia absoluta a las decisiones de Trujillo, reflejan el centralismo totalitario y le dependencia absoluta del país al tirano. 

La dictadura no fomentaba la creación de ciudadanos íntegros, sino de cómplices.




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